Algunas consideraciones sobre señalética
La señalética es el estudio de las señales que nos facilitan el movernos por lugares desconocidos a partir de signos de orientación del espacio entre el individuo y su entorno.
La señalización permite la orientación en un espacio determinado y un efectivo desplazamiento a través de él mejorando la calidad de vida. También identifica al lugar normalizandolo para poder ser comprendido por quien lo recorre. Para ello se vale de tipografia e iconos o pictogramas indicando de modo inmediato, para que cualquier persona sea capaz de comprenderlo, independientemente del idioma o el nivel socio-cultural.
Es fundamental contemplar en el diseño de un sistema señalético que indique cada una de las áreas del espacio a señalizar, ayudando al visitante a ubicarse respecto de ellas en ese lugar y trasladarse o circular de una a otra. Debe indicar con claridad qué hacer en caso de emergencia y la ubicación de los servicios de primera necesidad.
Otras cuestiones a tener en cuenta son:
• Discriminar y comprender las necesidades propias del lugar.
• Contemplar la ubicación de la señal para que la misma sea legible en el contexto
• Lograr suficiente separación del entorno para no interferir con el, pero si identificarlo.
• Anticipación suficiente para su eficacia.
• Distancia de lectura suficiente para una buena legibilidad.
• Mensajes sin ambigüedades.
• Clasificación y jerarquización de la información
• Selección de palabras precisas u oraciones breves (evitar texto largos y abreviaturas).
• Economía de recursos e información (síntesis).
• Elección de la materialidad adecuada contemplando reflejos, sombras, etc.
• Iluminación para señales nocturnas en casos necesarios.
• Evitar la peligrosidad (puntas, alturas, etc).
• Considerar los distintos modos de uso de cada señal (incluyendo el vandalismo posible).
Algunas Imágenes
Mapas y relatos - Instrumentos de orientación en el espacio social
Cristina Peñamarín (fragmento)
No sabríamos ubicarnos en el mundo y actuar en él sin organizar el sentido del espacio, de lo próximo y lo lejano, lo grande y lo pequeño, lo interior y lo exterior… Sobre estas categorías que permiten dar sentido a la percepción, a la relación del cuerpo con el entorno –básicas para otras construcciones de significado más complejas- se superpone la simbolización social de los espacios.
Así los lugares, con los objetos y personas que los pueblan, se conciben como propios o extraños, cultivados o incultos, inofensivos o amenazadores, sagrados o profanos, de las mujeres o de los hombres, de los vivos o de los muertos, etc..
Adquirimos, pues, un sentido del espacio en la interacción con los otros y con el medio, en nuestro transcurrir temporal en ese entorno ya organizado por la cultura. En primer lugar, conocemos el espacio mientras lo recorremos, aunque esta actitud de identificación con el medio y de adquisición incuestionada de su sentido, se ve ocasionalmente interrumpida por efectos de extrañeza que nos sitúan de alguna manera fuera del mundo y nos fuerzan a tomar distancia, a observar y cuestionar reflexivamente lo que dábamos por descontado y a buscar una nueva orientación.
Quien conoce un espacio por medio de sus recorridos acostumbrados puede no tener un mapa mental del mismo. De hecho, cuando pedimos un croquis o preguntamos por una dirección solemos comprobar las dificultades que los conocedores de un espacio tienen, tenemos, para traducir ese conocimiento en descripción objetiva útil para otros, sea en un lenguaje visual o en uno verbal.
Recorrido y mapa aparecen, pues, como modelos bien diferenciados de conocimiento espacial, propios, el primero del conocimiento práctico, del saber incorporado en el uso, y el segundo del conocimiento objetivado del territorio y expresado en un sistema simbólico de representación visual. Evidentemente, entre recorrido y mapa existen múltiples formas intermedias, como la mirada panorámica, la pintura de “vistas”, el croquis, representación esquemática de un recorrido conocido por quien lo realiza. Y los mapas, a su vez, poseen una rica variedad de formas en las que inscriben informaciones diversas con recursos analógicos, simbólicos e indiciales.
Pero aquí voy a tomarlos como figuras polares para referirme a la diferencia entre las actitudes de identificación y distancia en la relación con el medio, a la percepción del espacio desde su interior y a la que se genera desde una perspectiva exterior –posiciones que, a su vez, se combinan y alternan de muchas formas en la percepción subjetiva del entorno. Las figuras del mapa y el recorrido me guiaran aquí para interrogarme sobre las sensaciones de pérdida y desorientación que nos afectan hoy de un modo particular y sobre los recursos que podríamos utilizar para orientarnos en el espacio tanto físico como social.
La continuidad y la extrañeza respecto al medio provienen tanto del propio medio como del sujeto que se relaciona con él. El cuerpo es origen de la percepción del espacio y determinante de su forma (como muestra Johnson, El cuerpo en la mente, Barcelona, Debate, 1991). Pero el esquema del espacio no es estático, se forma a partir de la actividad corporal, de los proyectos, los fines y los instrumentos que se da ese cuerpo en un entorno particular. (Por ello los esquemas de las imágenes están orientados, sostiene Johnson: tener una perspectiva forma parte de los esquemas de las imágenes, no es algo que se superpone a un patrón sin perspectiva, cit, pag. 95).
Es el espacio hasta, el espacio entre yo y lo otro o los otros. El propio cuerpo se adecua al espacio a través de sus hábitos, memoria corporal de las prácticas y recorridos frecuentados, que enlazan el sentido social de los espacios con el que le imprime cada sujeto con sus acciones pautadas. Además de facilitar la estabilidad de la integración en un espacio, los hábitos pueden proporcionar un asidero al sujeto en el vacío de los momentos de transición entre espacios diferentemente organizados o en las circunstancias de paso a lugares o papeles menos conocidos.
Pero el cuerpo propio es también lugar de sensaciones y emociones desconcertantes, a menudo incomprensibles para el propio sujeto que, no obstante, se ve forzado a atenderlas, correspondan o no a sus deseos o aunque conscientemente las rechace. En el entorno social, el cuerpo está sujeto a ciertas condiciones de visibilidad que, de nuevo, pueden implicar su inadecuación, como se manifiesta en las continuas luchas que, sobre todo las mujeres, emprenden actualmente para forzar su cuerpo a los estándares de atractivo que determinan, incluso antes de su aceptación o rechazo, su visibilidad o invisibilidad social.
El espacio físico, por otra parte, se vive hoy frecuentemente como vacío y como equivalente al tiempo necesario para salvar la distancia al punto de destino (Virilio), en una forma de vida en la que quien tiene trabajo-carrera siempre está en deuda con el tiempo, debiéndoselo a sus quehaceres, a sus familiares y amigos o a su propio ocio. Quien no está permanentemente programado tiene, en cambio, tiempo, lo que viene a ser un índice de su posición marginal en el espacio social: como persona parada o precarizada, pobre, discapacitada, jubilada se encuentra fuera del ámbito de circulación de los recursos materiales y simbólicos. Al sentimiento de extrañeza en el mundo contribuyen los espacios abstractos característicos de los entornos urbanos actuales.
Oficinas, aparcamientos, aeropuertos, autopistas, etc. concebidos como medios impersonales para “usuarios”, de los que se atiende sólo a su función. Lo apropiado en esos no-lugares (como los llama Marc Augé) es comportarse y sentirse como una serie de funciones dentro de programas diseñados por otros.
Los mundos sociales exigen hoy a menudo relaciones funcionales, despersonalizadas. Pero además no son homogéneos, son plurales y diversos y pueden suponer incluso la aplicación de valores y reglas no coherentes entre sí, lo que nos hace encontrarnos en terrenos inciertos, o en los que nuestros propios actos nos parecen realizados por alguien ajeno, ante dificultades de transición entre las diversas culturas y subculturas contemporáneas, o ante fallas que amenazan el sentido de continuidad en nuestra relación con el medio y con nosotros mismos.
La inadecuación al lugar, la desorientación como déficit de competencia o de “soltura” en los lenguajes y reglas locales, la pérdida de sentido son experiencias tan básicas en la relación con el espacio social, como la de dar por descontado un sentido de ese espacio del que el sujeto se siente parte integrante.
Sin embargo, no estamos desprovistos de recursos para orientarnos en los mundos sociales. Contar las experiencias desconcertantes es un modo de darles sentido, de incorporarlas a las pautas narrativas mediante las cuales se construye socialmente el significado de la relación del sujeto con el mundo – o se puede, al menos, compartir el sinsentido de una dada experiencia, lo que permite al sujeto integrarse en un sentido común, que excluye ciertos sucesos o comportamientos del campo de lo apropiado y comprensible.
La narración tiene algo del recorrido y del mapa. Los relatos fundan y articulan espacios físicos y simbólicos, sostiene de Certeau (Línvention du quotidien,1. Paris, Gallimard, 1990, pág. 170 y ss.). No sólo crean un teatro para las acciones, además (como haría un ejercicio cartográfico), componen, verifican, confrontan y desplazan las fronteras. Pero, afirma de Certeau, donde el mapa recorta, el relato, diégesis, atraviesa: transforma el río en puente, la barrera en trama de intersticios por donde se cuelan las miradas (id. pág. 188). Podemos compararlo, entonces, al recorrido del sujeto por el territorio, que establece un aquí y un allá, un terreno familiar y uno extraño, sitúa en sus respectivos lugares a unos seres y otros (amigos, vecinos, extranjeros, fantasmas…). Si el modelo estructural del espacio es, como dice Lotman, el segundo lenguaje primario (La semiosfera, 1. Madrid, cätedra, 1996, pág. 86), el relato parece un modo básico en que las culturas utilizan el lenguaje verbal para organizar el modelo del espacio, marcando delimitaciones o señalando y autorizando las posibilidades de transgresión.
La maravilla de Las Cosmicómicas de Calvino consiste en penetrar en escenarios desconocidos y hacérnoslos ver desde su interior por medio de un relato. Partiendo de una teoría cosmológica o biológica, Calvino presenta un mundo cuyas condiciones nos son completamente extrañas –partículas de materia cayendo sin fin en el campo gravitatorio, organismos acuáticos evolucionando durante cientos de millones de años hasta convertirse en moluscos de conchas brillantes…- por la vía de transformar esas partículas y organismos en personajes narrativos.
La técnica consiste en contrastar la extraneidad del medio con la familiaridad de los personajes, que hablan de sus axilas, sus enamoramientos o las manías de sus abuelos que se resisten a adaptarse al nuevo medio (la parte cómica de las cosmicómicas). No es la versomilitud lo que, obviamente, persigue Calvino, sino la aproximación, el acercamiento hasta lo íntimo que transforma teorías científicas en narraciones capaces de afectarnos, divertirnos y hacernos comprender no la física del cosmos ni la biología, sino las incontables posibilidades que tiene la narración de hacernos ver cualquier mundo desde una perspectiva humanizada, o mejor habría que decir personificada. De este modo, las narraciones también nos proporcionan los medios para dar un sentido a nuestra propia, extraña, vida.
El espacio es visto, en la narración, desde el personaje y, en la medida en que nos interese su punto de vista, así lo vemos nosotros con él.
Si, saliendo de los mundos locales, miramos al ancho mundo y nos preguntamos cómo imaginamos hoy nuestro lugar en el espacio-tiempo global, cómo nos orientamos en él entre las categorías que los medios públicos nos proporcionan probablemente encontremos más oscuridad que luz. Ciertos datos señalan que la desorientación es una experiencia fundamental de los habitantes contemporáneos de los mundos postindustriales. Receptores de cantidades ingentes de información que no llegan a construir una representación comprensible del mundo, inmersos en un flujo incesante de imágenes en el que se superponen los más diversos imaginarios, habríamos perdido las referencias compartidas, los fundamentos de las narraciones que articulan los espacios físicos y simbólicos en una lógica de la que el receptor participa.
Los conocimientos necesarios para hacer comprensible ese mundo (como economía, historia, sociología, etc.) sobrepasan a cualquier particular, aunque es cierto que la difusión de información compleja en forma sencilla y asequible cuenta hoy con recursos particularmente eficaces, como los incontables mapas, gráficos, etc. que pretenden explicarnos visualmente todo. Pero la presentación de esos saberes asociados a la información según la lógica de fragmentación, actualidad, impacto y espectacularización, propia de los medios de comunicación, no se adapta al tiempo y la forma necesarios para la comprensión de las situaciones complejas por parte de los públicos. Nos sobran mapas, al menos cierto tipo de mapas, pero nos faltan relatos.
Se supone que el espacio virtual de los flujos de la información -que circula sin consideración de distancias en tiempo prácticamente cero- es ajeno completamente al lugar donde se arraigan las culturas y las actividades de los sujetos. Sin embargo, habrá que considerar también que la práctica del uso del ordenador y la de la navegación en esas redes explotando el placer del contacto con cualquiera, sin límites de fronteras entre los que están en el mundo informatizado y cableado, permite ver el ordenador como una prótesis a la que los humanos se habitúan y explotan más o menos cómodamente obteniendo relaciones, conocimientos y servicios prácticos y generando nuevas culturas ylenguajes propios de la interacción en la red, que de algún modo se suman a las culturas y vínculos sociales que crecen fuera de la red.
A formar un panorama apocalíptico de gentes perdidas en el espacio-tiempo contribuye la carencia de una orientación colectiva de futuro, decaída la fe en los “grandes relatos” de la modernidad que imaginaban un futuro de progreso para toda la humanidad.
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New York Subway
Experimental Jetset - Stedelijk Museum
Bonus Tracks
Mas info sobre el tema
• Bibliografía
COSTA, Joan / Señalética / 1987
• Apunte
Recopilación Germán Díaz Colodrero
• Tipografía para el metro del Paris
Revista Tipografica n64
• Señalética
Webshakespear
• Iconos
Design of signage
• Proyecto 01
Señalética para Valparaíso
• Proyecto 02
Cartele Online
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